Puede recordar aquel día roto. Imágenes. Frases. Desgarros del espejo.
La tenue luz y la música del saxo le recuerdan el instante que la devolvió al camino, que la ayudó a despertar en su propia realidad, esa de la que vivía, por la que vivía, con la que sentía.
Entre el murmullo de voces, sólo recuerda dos palabras. Las palabras indecibles de lo innombrable. Palabras ciertas, verdaderas, tiernas, profundas.
Se siente bien aquí... en el café de las palabras.
II
Y ella vuelve aquí, atraída por las voces, las notas del lugar, por lo que representa para ella. Donde comparte mesa con su alma. Aquí, donde la música la lleva a la calma. Sus sentimientos la hacen volver. Yo la observo, veo el brillo de sus ojos e intento descifrar esa mirada. Está como ausente. Imagino lo que piensa, lo que siente; me pongo en su piel. Necesita vivir, llenarse de vida, recuperar ese tiempo perdido, para ser ella misma, la que ahora es. Sabe que no será fácil, el dolor ya apareció. Pero ella resistirá, el sentimiento es fuerte. Mientras su cigarrillo se consume a la par que su presente, imagina su futuro con él, quien la hace sentir, quien la hizo encontrar su propia identidad. Ella resistirá.
Tras el cristal, mira ese mundo exterior por el cual, algún día, paseará con él de la mano. Ella resistirá. Se siente bien aquí, y sabe que algún día será feliz.
III
Volver a este lugar, la reconforta. Sumida en la tristeza, intenta ser fuerte, sobreponerse al vacío.
Siempre, con la esperanza abierta a que su vida, encuentre el camino que la lleve a esa felicidad,
la que un día imaginó.
Ahora, sólo le queda esperar. Estática, sin hacerse notar. Intentando hacerle llegar su sentimiento, sin más medio que la espera, paciente espera.
Mientras tanto, se recrea en el recuerdo y al perder su mirada, se encuentra con un poema
escrito en la mesa:
“Puedo ver la sonrisa de las estrellas reflejada en tu mirada…
por eso al atardecer nunca anochece en mi alma”
Una lágrima cae encima del poema. Reconoce esa sonrisa, reconoce esa mirada.
Se siente bien aquí, en el café de las palabras. En cada mesa, un poema, y todos le dicen algo,
todos la hacen sentir.
Se le acaba el tiempo, su tiempo. Y al levantarse, en la pared, un cuadro y una frase:
"Necesitamos tiempo, tiempo para pensar,
para decidir, para sonreír, para llorar,
para sentir… tiempo para vivir"
IV
No sabía si la encontraría, una llamada de teléfono me retrasó.
Entré, y como yo, tanta gente que ha hecho de éste su lugar. Todas las mesas estaban ocupadas, y allí, al fondo estaba ella, sola. Dudé, pero era la oportunidad perfecta para conocerla.
Me acerqué y con tímida voz, le pregunté si le importaba que la acompañara en su mesa. Me dijo que no le importaba, pero ella misma me señaló la silla donde debía sentarme. La otra silla (me dio la impresión) la tenía reservada, o ya estaba ocupada, aunque no había nadie allí, yo pude intuir su presencia.
Nos costó romper el hielo. Empezamos a hablar del lugar. A ella le atraía igual que a mí.
Enseguida pensé, que este acercamiento, me serviría para aprender, para seguir escribiendo desde el alma.
La música era casi inapreciable, pero no importaba. Compartía mesa con la protagonista de mi historia.
Su semblante era más sereno, su mirada desprendía un halo luminoso. Irradiaba algo más de felicidad que la última vez.
Hablamos de trabajo, de inquietudes, de la vida. Pero el tiempo, como siempre, sin poder evitar que siguiera su curso, nos marcó la despedida, un hasta pronto, y la satisfacción de saber que teníamos varias cosas en común.
Espero volver a encontrarla, en el café de las palabras.
V
Miro el reloj y parece que está parado.
Necesito respirar,
necesito evadirme de mi propio pensamiento.
Es la hora de comer, una hora tengo,
para encontrar sentimientos,
para saciarme con ellos.
El café de las palabras es mi destino.
Hoy... tengo un presentimiento.
Tras buscar con la mirada, vi una luz que deslumbraba. Allí estaba, pero hoy, no estaba sola. Su rostro desprendía alegría. Me dedicó una sonrisa, y levantó su mano para saludarme, (ahora ya era conocida).
Busqué un sitio donde pudiera verles sin que ellos notaran que les observada.
Reían, hablaban y hablaban con soltura, parecía que recordaban algún momento vivido. Pude apreciar el roce de sus rodillas, bajo la mesa. Un intento de acercamiento contenido, les hizo reír de nuevo.
Hasta me hicieron sentir envidia sana, pero a la vez me invadió un sentimiento de tristeza. Tienen todos los elementos precisos para ser felices, menos uno, la libertad de poder mostrarlos.
Hubiera querido quedarme con ellos, sentarme en su mesa y compartir esa felicidad secreta, pero mi tiempo, cómo siempre, no deja de avanzar.
Y tras una larga ausencia...
La verdad, es que ya lo necesitaba. Echaba de menos mi día a día. Los sitios por los que me muevo, el paisaje que frecuento, la gente que forma parte de mis días. Y entre todo ello, "El café de las palabras".
Una hora de mi día en la que puedo vivir con mi propia identidad. Pensar, sentir, soñar, aprender solo con observar; y sobre todo, tener la satisfacción de saber que puedo compartir todo eso, con quien dedica unos minutos de su tiempo a leer esta historia.
"Acaricio el silencio de tu boca...
Mis manos se sumergen en busca
de aquella palabra perdida en tus labios,
que una noche soñé..."
Está escrito en mi mesa. No entiendo la firma, no puedo saber quien lo escribió, quien lo vivió. Podría ser el pensamiento, el sentimiento de cualquiera de los que frecuentamos este entrañable lugar, donde la palabra se mueve al son de la música y se posa sobre las mesas. (Ahora ya sé quien es la autora: Sandra, una de las propietarias del lugar, y Carme la que le pone esas preciosas imágenes)
Sin dejar de pensar en ese poema, la observo en una mesa frente a mí. No está sola, lo sé, aunque no vea a nadie con ella. Además de su amante invisible, hoy, la acompaña un libro.
Inmersa en la lectura, su rostro no puede evitar expresiones. Casi podría adivinar que se siente identificada.
La curiosidad me puede. ¿Qué estará leyendo? Tal vez algún día se lo pregunte, o... quizás no, pues esta incertidumbre me hace fluir la imaginación, y con esto puedo conseguir escribir una historia interminable.
Se la ve feliz, completa, serena, cómoda. Parece ser, que en ese libro, ha encontrado la otra parte de su "YO".
Ahora, ya no puedo seguir, mi tiempo me obliga a volver a la rutina de mi día, en la cual, no puedo incluir esta hora, porque siempre la hago distinta...
Volveré por aquí... volverá por aquí... volveremos al café de las palabras
preciosa mirada y preciosa necesidad que rompe tu rutina, besitos
ResponderEliminarSí Isobel, casi una conversación a tiempo real.
ResponderEliminarLo más importante es tener algo en tu día que rompa la rutina y si además está lleno de ternura y sentimiento, mejor que mejor.
Besitos y buenas noches que ya cierro el chiringuito.
una historia muy tuya y cercana...
ResponderEliminarese café de tazas blancas y rincones cálidos, existe?
bello el dibujo de isobel
ResponderEliminarlas esculturas son tuyas?
soy un preguntón
Cacho de pan:
ResponderEliminarEse lugar existe, de hecho, la foto es de allí.
Las pinturas de Isobel, vale la pena que las veas, dicen mucho de ella.
Y a tu última pregunta, te diré que no, no son mías las esculturas, ojalá fuera yo capaz de eso. Las fotografié en la Vila Olimpica, pero no te sé decir quien es el autor, estaban montando como una especie de exposición y no había nadie por allí que me pudiera informar. De todas formas si alguien me pudiera decir su nombre, lo agradecería para nombrarlo en el blog.
En fin, Creo haber respondido a todo, no?
Ah! gracias por tu visita
Una historia conmovedora y más acompañada de la música. Me ha encantado
ResponderEliminar